Esto era una ratona que se enamoró de un ratón de ordenador. Su madre, preocupadísima, le decía:
-Pero, hija, ¿no ves que no es de verdad?
-¡Sabe hacer tántas cosas! -respondía ella, poniendo sus ojos en blanco.
-Pero, hija, ¿no ves que no tiene vida?
-Es como si la tuviera, porque siempre está calentito debajo de alguna mano…
-Pero, hija, ¿no te das cuenta de que con él nunca te podrás comunicar?
Y la ratona enamorada replicó con gran seriedad:
-Mire, madre, perdone que le diga. ¿Usted se comunica mucho con mi señor padre, que siempre está o zampando queso a dos carrillos o viendo el maldito fútbol en la televisión?
Y ahí su madre, las cosas como son, enmudeció.