Esto era una niña que quería ser princesa.
—¿Dónde se estudia eso, papá?
Su papá, que era muy complaciente y nunca decía que no, miró una vieja y gran enciclopedia.
—Aquí no viene nada.
—Vaya.
Consultó después un buscador de Internet.
—No se estudia. Tienes que nacer con sangre azul.
—¿Y la mía cómo es? -preguntó la niña que quería ser princesa.
—Roja, hija. Como la de todo el mundo.
La niña sonrió, de oreja a oreja.
—¡Pues seré la Princesa Roja; o sea, la de todo el mundo!
Y tan ancha que se quedó.