El retraso de los Magos

9La Cabalgata estaba preparada desde hacía horas, pero no salía. Melchor paseaba muy nervioso:

-¿Sigue sin aparecer Gaspar?

-Nadie lo ha visto desde ayer

A Baltasar el gesto se le descomponía.

-¿Cómo puede desaparecer Gaspar en un día como hoy? ¡Llegaremos tarde a todas partes!

Melchor le escuchaba, moviendo la cabeza en sentido afirmativo.

-Es cierto. No podemos esperar más.

Baltasar se retorcía las manos.

-Pero nuestra Cabalgata es de tres reyes. ¿Cómo vamos a ir solo dos?

Uno de los pajes de Melchor, susurró:

-A mi no me importaría hacer de…

No pudo acabar la frase porque en ese momento apareció Gaspar.

-No hace falta. Estoy aquí.

-¡¡Pero se puede saber…!! -le gritaron a la vez Baltasar y Melchor.

-Me desanimé. Me deprimí. Y decidí dejarlo.

-¿Por qué? -se asombró Melchor.

-¿Te ha sucedido algo? -preguntó Baltasar.

Gaspar se fue hacia su camello cabizbajo y montó. Los otro reyes hicieron lo mismo. La Cabalgata empezó su marcha. Y Gaspar, al fin, les respondió:

-Los niños me piden cosas imposibles: felicidad, paz, amor… ¡Y yo solo puedo llevarles objetos! Eso hace que me siente mal y me desanime.

Melchor resopló:

-¡Vaya! ¡Así que era eso…!

-¿No es bastante? -preguntó Gaspar.

-Los niños siempre piden más de lo que hay. Es su naturaleza. Pero basta con dejarles cosas que no vaya en contra de sus sueños. O sea, objetos que les hagan un poco más felices, juguetes que no atenten contra la paz, libros que pacifiquen…

-¿De veras?

-Claro, Gaspar. Siempre te has pasado de sensible.

-Vaya. Pues gracias por la aclaración.

 

Y colorín colorado, 

esto es lo que pasa 

si ves que los Magos 

llegan tarde a tu casa.

La carta de Adelaida

cartas-a-santa-clausUn día le llegó a Santa Claus una bonita carta que decía:

“Querido Santa: este año también me he portado muy bien y espero que me traigas de regalo una muñeca con trenzas”.

No le dio mayor importancia y la echó al cesto de las cartas aceptables. Pero el supervisor, que era el reno Rodolfo, porque al pobre le tocaba todo, se la devolvió:

-Esta carta no cumple las reglas, jefe.

-¿Por qué?

-No es de una niña.

-¿Ah, no? Aquí pone bien clara la firma: Adelaida.

-Sí, pero no pone la edad. Tiene 85 años.

-¡Ah, caramba! ¿Y eso?

Rodolfo dio un suspiro.

-La carta venía con otra de una nieta. Pedía comprensión, porque la abuela cree de verdad que ha vuelto a ser niña.

Santa Claus devolvió la carta al cesto de las que había que atender.

-A Adelaida le llevamos lo que ha pedido. Y a su nieta, también.

-La nieta no ha pedido nada.

-Pues escríbele y que pida. ¡Se lo ordeno yo!

La ITV

trineoUn día  el reno Rodolfo le dijo a Santa Claus.

-Hay que pasar la ITV al trineo, jefe.

-¿Qué me dices?

-Mire. Aquí está el aviso. No se salva nadie.

-¡Caramba! ¿Para qué queremos nosotros una Inspección Técnica de Vehículos?

-Esa pregunta es mejor no hacérsela. La que hay que hacerse es esta otra: ¿Dónde pondremos la pegatina?

Santa Claus lo miró riendo. Y Rodolfo le devolvió la mirada de muy mala manera:

-¡Ah, no! ¡Eso sí que no! ¡En mis cuernos ni hablar!

Fijaos bien estas Navidades si veis a Santa Claus. A ver si encontráis la pegatina de la ITV. Ji.

Santa Claus y la playa

santaclausparaimprimir8Un día Santa Claus le dijo a Rodolfo, su reno favorito.

-¿Y si nos vamos de vacaciones la playa?

El reno lo miró confuso.

-Yo nunca he salido de la nieve. Vamos, salvo el día del reparto de juguetes, cuando volamos por todo el mundo.

-Pues por eso. Nos hemos ganado unas vacaciones, ¿no crees?

Rodolfo seguía muy confuso.

-Eso tienen que decirlo otros. Nosotros no podemos decidir si merecemos unas vacaciones o cualquier otro regalo.

Santa Claras lo miró con gesto de fastidio.

-Vaya. Qué lógico eres.

A Rodolfo se le iluminó de pronto la mirada.

-¡Tengo la solución! Escriba a los Reyes Magos y pida vacaciones. Si ellos nos las dan, será que nos las hemos ganado.

Santa Claus lo miró un buen rato con la boca abierta. Después se fue a dormir, murmurando:

-¡Quién me mandará charlar con renos!

Y nunca fueron a la playa.

Santa Claus y el niño que se pasó de listo

Santa Claus cartasSanta Claus se puso las gafitas encima de la nariz y empezó a leer la montaña de cartas que le acaba de dejar el cartero, como cada día.

Todas eran parecidas: “He sido muy bueno y obediente y por eso te pido Esto, Lo Otro y Lo De Más Allá”.

Santa Claus acababa de leer cada carta, le ponía el sello de “Leído” y pasaba a la siguiente. Todo a una velocidad vertiginosa, pues al día siguiente le llegaría otra montaña y había que leerlas todas.

Total, que llevaría leídas mil o mil quinientas, cuando una atrajo su atención. Decía: “He sido muy listo y he hecho creer a todos que me portaba bien, así que te pido, Santa Claus, que me traigas Esto, Lo Otro y Lo De Más Allá”.

Santa Claus miró asombradísimo la carta y la leyó más de una vez.

-¡Pero, bueno…”

Santa Claus preparó para ese niño un paquete en el que estaban las cajas brillantes de todo lo que había pedido. En su interior, sin embargo, solo había una nota. En ella se leía: “Como yo soy tan listo como tu, te he hecho creer que me portaba bien trayendo lo que pedías. Pero ya ves que no hay nada en el interior. Cuando aprendas a diferenciar ser y fingir, interior y exterior, me vuelves a escribir”.

El papá Noel

papa Noel 1Una niña desconfiada le preguntó un día a su padre:

-¡Papá, papá! ¿Existe Papá Noel?

Y su padre, dando un suspiro, le respondió:

-A ver, hija, ¿tú crees que si no existiera, iba yo a estar tan gordo, con esta barba blanquísima, pasando frío en el Polo y dejando que todo el mundo me llamara Noel?

La niña se echó en sus brazos:

-¡Te quiero, papá Noel!

Baltasar y su paje

Un día llegó uno de sus pajes y le dijo al Rey Baltasar:

-Jefe, este año no te acompaño en la Cabalgata.

-¡Pero, hombre, qué pasa! ¿No estás contento con servirme?

-Sí, sí, contentísimo. Pero hasta ahora no había leído “la letra pequeña” de nuestro contrato: “Los que sirven a alguno de los Reyes Magos no tienen derecho a recibir regalos de los Reyes Magos”. ¡Menudo fastidio! Dimito… Y en cuanto llegue a casa, ¡te escribo!

El rey Baltasar se rascó la corona:

-¡Cómo se pone la gente para esto de los regalos!

El Mago Gaspar

Un niño le preguntó cierto día a Gaspar:

-Oye, Gaspar, ¿y tu cómo llegaste a Rey Mago?

Él contesto:

-Lo de rey es largo y te lo cuento otro día. Lo de mago fue porque me aburría reinar. Y pensé: voy a estudiar algo que sea divertido.

-¿Y si yo me aburro, también puedo llegar a ser mago?

-¡Vaya! No me he explicado bien. Si quieres ser mago, o cualquier otra cosa, lo que debes de hacer es PONERTE A ESTUDIAR.

Las barbas de Melchor

Un día, la reina Melchora le dijo a su marido, el rey mago Melchor:

-Tienes que afeitarte la barba.

-¡Bueno, sí! ¿Eso a qué viene?

-Nuestro único hijo, el príncipe Melchorcito, no duerme bien porque dice que sueña con la ovejita de la cara de papá…

-¿Cómo?

-Le da miedo tu barba. Cree que es un animal.

El rey Melchor se quedó pensativo.

-Tengo la solución. Hay que educarlo en el amor a los animales. Así no se asustará de mi barba, ni aunque la crea un mullido animal.

Y el rey mago Melchor pudo seguir luciendo su larga barba blanca de siempre.

 

Las libélulas de Santa Claus

La reina de las libélulas fue un día a ver a Santa Claus.

-En nombre de mi gente, vengo a protestar -le dijo.

-¿Por qué? -se extrañó Santa Claus.

-No es normal que si necesitas seres capaces de volar para transportar los regalos de Navidad, llames siempre a los renos.

Santa Claus se rascó la barba, perplejo.

-Es la tradición…

-Estas próximas Navidades queremos que sean libélulas las que tiren de tu trineo.

-¡Sois pequeñitas! ¡No tendréis fuerzas! -dijo San Nicolás, que es como se dice en español Santa Claus.

-Déjanos y verá.

Papá Noel, que es como llaman los franceses a Santa Claus, no quiso discutir y le dijo que bueno. Pero que antes quería  hacer una prueba para ver si de verdad podían las libélulas con el peso de su trineo lleno de regalos.

El día acordado, Santa Claus cargó su trineo hasta los topes. Llegó de inmediato la reina de las libélulas, seguida de todas las libélulas del mundo.

-¿A cuáles has encargado la tarea? -preguntó Santa Claus.

La reina de las libélulas sonrió:

-A todas, naturalmente. Incluyéndome a mi.

Y todas las libélulas del mundo, millones y millones de libélulas, se agarraron unas a otras, se ataron al trineo de Santa Claus y lo levantaron del suelo como si fuese un pluma.

-¡Vaya, no me lo puedo creer! -exclamó Santa, al verse volando.

-¡La unión hace la fuerza y no solo el tamaño de cada cual! -gritó la reina de las libélulas.

-¡Jo, jo, jo…!

Y aquel año, en efecto, los renos de San Nicolás o Papá Noel o Santa Claus pudieron irse de vacaciones en Navidad.

Por qué Melchor va el primero

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El rey Baltasar no estaba de acuerdo
con el orden de la caravana.
-Yo debería de ir el primero.
El rey Gaspar no estaba de acuerdo
con el orden de la caravana
-Yo debería de ir el primero.
El rey Melchor se paró y dijo:
-¿Se puede saber por qué no vamos uno al lado de otro,
de modo que los tres vayamos en cabeza?
Se miraron Baltasar y Gaspar:
-La verdad es que Melchor se merece ir el primero.
Y siguieron la Estrella, hasta Belén,
Melchor el primero,
Gaspar y Baltasar detrás.