El murciélago

Un murciélago chico se encontró un día con una chica murciélago.

-¿Tienes novio? -le preguntó.

-No.

-¿Salimos juntos?

La chica murciélago miró al murciélago chico con gran intensidad.

-Te estás confundiendo conmigo.

-¿No te gustan los chicos?

-Ni los murciélagos. ¡Soy una vampiro!

Y se transformó en humana para demostrárselo.

Al vampiro se le pasó la bobada de inmediato, salió volando y jamás se volvieron a ver.

La vampira vegana

La niña vampira dijo un día a sus papás vampiros.

—Dejo de chupar sangre, os aviso.

—¿Qué?

—Ahora soy vegana…

—Necesitas alimentarte.

—Beberé licor de frambuesa. Y zumos de fresa o de tomate. Todo lo que sea rojo, creo que me irá bien.

—¿Pero por qué?

—Alimentarse de sangre no es sostenible. Si acabamos con los demás seres vivos, ¿con qué nos alimentaremos después?

A sus papás vampiros le entró dolor de cabeza. Y se fueron al féretro a echar una cabezadita.

Filomeno

Minicuentos del 8-M (2)

Cierta vampira le dijo una noche a su compañero de gruta:

-He perdido mis colmillos, Filomeno. Si no muero de hambre, moriré de sed.

-Déjalo de mi cuenta -respondió él, descolgándose del techo y echando a volar.

Nunca volvió.

-Es lo que me gusta de ellos -pensó la vampira-. Ponles cualquier obstáculo y te dejan en paz.

Y sonrió, mostrando sus afilados y hermosos colmillos que nunca había llegado a perder.

El conde Fantasmácula

Erase una vez un fantasmita que quería ser vampiro.

-¿Estás tonto o qué? No se puede ser las dos cosas –le dijeron.

-¿Por qué?

-Porque los vampiros se alimentan de sangre y los fantasmas no se alimentan.

El fantasmita se echó a llorar.

-¡Estoy harto de llevar siempre una sábana! ¡Yo quiero ponerme una capa chula como la de los vampiros!

-Haberlo dicho antes. Eso sí que se puede arreglar. Trae tu sábana.

Se la tiñeron de rojo y negro, le hicieron unos cuantos cortes y cosidos, y se la devolvieron convertida en bellísima capa:

-Aquí tiene su capa, señor Conde Fantasmácula…

-¡¡Soy feliz!! ¡¡Muchas gracias!!

La ciudad sin vampiros

La legendaria ciudad de Zamora, en España, celebra cada año una popular Feria del Ajo, en sus fiestas de San Pedro. Y cuentan que un año, en plena Feria del Ajo, llegó a la ciudad un vampiro. Su refinado olfato no tardó en enviarle señales de alarma:

-¿Maldita sea? ¿Por qué huele que espanta?

-Es San Pedro, señor. Todos los cultivadores de ajos de los alrededores traen este día su mercancía para venderla.

-¿Todos son muchos?

-Cientos.

-¿Y dónde venden los ajos?

-En plena calle.

Cada vez más pálido y nervioso, el vampiro preguntó de nuevo:

-¿En qué calle?

-En esta de al lado, señor. Tiene usted suerte. En cuatro pasos desde el hotel, podrá usted pasear por una avenida llena y requetellena de riquísimos ajos.

-¡¡¡Agggggjjjj…!!!

El vampiro se puso a morir y llamaron a una ambulancia, pero el vampiro balbuceó:

-No quiero salir del hotel hasta que desaparezcan los ajos.

Lo acomodaron en la mejor de las suites y el director del hotel, apenado, le dijo a su mejor empleado:

-Pobre, hombre. Está comatoso. Mira, para que se recupere, di en cocina que le preparen unas buenas sopas…. ¡de ajo! Y que se las hagan comer, quiera o no, por que eso resucita a un muerto.

Pero sucedió al revés y el vampiro palmó, tras verse obligado a comerlas.

Y se cuenta que por eso Zamora es la única ciudad el mundo a la que jamás atacarán los vampiros. No por los ajos y su famosa Feria,  sino porque los zamoranos, como se empeñen en que te comas algo, ¡ya les puedes decir que no!