La legendaria ciudad de Zamora, en España, celebra cada año una popular Feria del Ajo, en sus fiestas de San Pedro. Y cuentan que un año, en plena Feria del Ajo, llegó a la ciudad un vampiro. Su refinado olfato no tardó en enviarle señales de alarma:
-¿Maldita sea? ¿Por qué huele que espanta?
-Es San Pedro, señor. Todos los cultivadores de ajos de los alrededores traen este día su mercancía para venderla.
-¿Todos son muchos?
-Cientos.
-¿Y dónde venden los ajos?
-En plena calle.
Cada vez más pálido y nervioso, el vampiro preguntó de nuevo:
-¿En qué calle?
-En esta de al lado, señor. Tiene usted suerte. En cuatro pasos desde el hotel, podrá usted pasear por una avenida llena y requetellena de riquísimos ajos.
-¡¡¡Agggggjjjj…!!!
El vampiro se puso a morir y llamaron a una ambulancia, pero el vampiro balbuceó:
-No quiero salir del hotel hasta que desaparezcan los ajos.
Lo acomodaron en la mejor de las suites y el director del hotel, apenado, le dijo a su mejor empleado:
-Pobre, hombre. Está comatoso. Mira, para que se recupere, di en cocina que le preparen unas buenas sopas…. ¡de ajo! Y que se las hagan comer, quiera o no, por que eso resucita a un muerto.
Pero sucedió al revés y el vampiro palmó, tras verse obligado a comerlas.
Y se cuenta que por eso Zamora es la única ciudad el mundo a la que jamás atacarán los vampiros. No por los ajos y su famosa Feria, sino porque los zamoranos, como se empeñen en que te comas algo, ¡ya les puedes decir que no!