Las gallinas

Esto era un gallinero en el que vivían doce gallinas.

Un gallo que pasó por allí las miraba entusiasmado y decía, galante:

—¡Estáis para comeros!

Un zorro que lo oyó y también miraba entusiasmado a las doce gallinas, corroboró:

—Lo mismo digo.

En ese momento apareció el dueño del gallinero y les dijo a ambos:

—Solo yo comeré a estas gallinas cuando tenga hambre. ¿Entendido?

Y como el dueño pertenecía a la especie humana, la más comilona de la creación, el zorro se esfumó, mientras el galló se limitaba a decir, crestibajo:

—Bueno, lo mío solo era una metáfora, hombre.

Las gallinas, que hasta entonces no habían piado, cacarearon al unísono:

—¡¡Queremos metáforas!!

La princesa y sus dos gallinas

foto princesa gallinasA la princesa Lucía le encanta ser princesa.

-Otros niños no saben qué serán de mayores. Pero una princesa, sí; desde que nace. De mayor seré reina. Ya está. ¡Je!

A la princesa Lucía le gusta pensar cosas así. Lo único que no le gusta de ser princesa es que a veces se siente demasiado sola.

-No hay otras princesas para hablar de nuestras cosas. Y las otras chicas, como soy princesa, hacen todo el rato reverencias y no se atreven a hablarme normal; o sea, como a cualquier otra chica.

Por eso un día su padre  le dijo:

-Para tu cumpleaños te compraré una mascota.

-¿Una mascota? –se extrañó Lucía.

-Sí, una animal de compañía, ya sabes. Se lleva mucho. ¿Quieres un perro, un gato, un loro…?

Lucía se quedó pensativa.

-¡Quiero dos gallinas!

Al rey casi se le cae la corona del susto.

-¡Cómo!

-Me gustan las gallinas. Van a su rollo. Y seguro que escuchan estupendamente cuando quiera contarles algo.

-¿Y tienen que ser dos?

-Por lo menos. Para que no se sientan tan solas como yo.

El rey se fue a hablar con la reina.

-Lucía necesita hermanos, me parece.

La reina se encogió de hombros.

-¡Uf! ¡Con la de líos que tenemos y lo caros que salen ahora los hijos…! De momento regálale las gallinas. Y de lo otro, ya veremos.

De ese modo fue como Lucía se convirtió en la primera princesa del mundo en tener de mascotas a un par de gallinas. Cuando se sentía sola, les contaba sus penas. Y ellas, muy educadas, le respondían con cacareos.

La gallina calva

Esto era una gallina llamada Clotilde que un día empezó a perder plumas.

-Oye, Cloti –le cacareó una amiga-, ¿no te estarás quedando calva?

-Puede. Pero no me importa.

-¿Ah, no?

-No. Porque las plumas hacen muchas cosquillas. Y estoy harta de reírme a todas horas.

La amiga se fue, moviendo la cabeza con desaliento:

-Pobre Cloti. Con la edad, se le está yendo la cresta.