La princesa y sus dos gallinas

foto princesa gallinasA la princesa Lucía le encanta ser princesa.

-Otros niños no saben qué serán de mayores. Pero una princesa, sí; desde que nace. De mayor seré reina. Ya está. ¡Je!

A la princesa Lucía le gusta pensar cosas así. Lo único que no le gusta de ser princesa es que a veces se siente demasiado sola.

-No hay otras princesas para hablar de nuestras cosas. Y las otras chicas, como soy princesa, hacen todo el rato reverencias y no se atreven a hablarme normal; o sea, como a cualquier otra chica.

Por eso un día su padre  le dijo:

-Para tu cumpleaños te compraré una mascota.

-¿Una mascota? –se extrañó Lucía.

-Sí, una animal de compañía, ya sabes. Se lleva mucho. ¿Quieres un perro, un gato, un loro…?

Lucía se quedó pensativa.

-¡Quiero dos gallinas!

Al rey casi se le cae la corona del susto.

-¡Cómo!

-Me gustan las gallinas. Van a su rollo. Y seguro que escuchan estupendamente cuando quiera contarles algo.

-¿Y tienen que ser dos?

-Por lo menos. Para que no se sientan tan solas como yo.

El rey se fue a hablar con la reina.

-Lucía necesita hermanos, me parece.

La reina se encogió de hombros.

-¡Uf! ¡Con la de líos que tenemos y lo caros que salen ahora los hijos…! De momento regálale las gallinas. Y de lo otro, ya veremos.

De ese modo fue como Lucía se convirtió en la primera princesa del mundo en tener de mascotas a un par de gallinas. Cuando se sentía sola, les contaba sus penas. Y ellas, muy educadas, le respondían con cacareos.

La princesa despeinada

Esto era una princesa que mandó llamar a palacio a la mejor de las peluqueras del reino:

-Si me peinas bien, te colmaré de riquezas –le dijo.

La peluquera la miró fijamente, meditando con profundidad su respuesta. La princesa era conocida por su crueldad. Y en su afirmación iba implícito que si la peinaba mal podía acabar en las mazmorras o arrojada por un acantilado.

-Hagámoslo de otra forma –respondió por fin-. Si os peino mal, acabaréis con mi vida.

La princesa la miró desdeñosa:

-No veo diferencia. Así que de acuerdo. Empieza.

La peluquera se dio la vuelta, para marcharse:

-Ni hablar. No os peino, así no puedo hacerlo mal y por tanto no podéis acabar con mi vida. Habéis dado vuestra palabra.

Y antes de que la princesa pudiera asimilar tales palabras, la peluquera se esfumó y nunca más volvió a ser vista en el reino.

La princesa y el peine

Esto era una princesa muy, pero que muy caprichosa. Tenía a sus papás hasta la mismísima corona real con sus caprichos. Un día le dijeron:

-Tu problema es que no sabes ni lo que vale un peine.

-¿Y qué vale un peine? –preguntó ella.

-Depende de su calidad –respondió la reina.

La princesa rió:

-¡Ja! ¡Vosotros tampoco sabéis!

El rey suspiró:

-A ver, hija. Solo era una forma de hablar. Queremos decir que tu problema es que has nacido en un palacio y no tienes ni idea del valor de las cosas en general.

La princesa se quedó pensativa.

-¿Y cuál es el valor de las cosas en general?

-Pues depende de cada cosa –le respondió su mamá.

La princesa rió:

-¡Ja! ¡Vosotros tampoco sabéis!

Los reyes se miraron:

-A esta hay que casarla cuanto antes y que se la lleven de aquí.

-Será la mejor, sí.

Pero la princesa caprichosa se marchó tan feliz y gritando:

-¡Os gané, os gané! ¡Soy más lista que vosotros! ¡Os gané…!

La princesa sucia

Esto era una princesa bastante cochina. No se lavaba ni peinaba. Y olía que no veas. Su madre le decía:

-Pero hija, ¿no ves que así nadie querrá acercarse a ti nunca?

-Mañana sin falta me lavo –contestaba ella.

¡Pero como el mañana nunca llegó y siempre era hoy…!

La princesa cisne

Esto era una bruja malvada que convirtió en cisne a la más bella de las princesas. Desde entonces, la princesa cisne vive en un lago sin saber quién ni qué es. Aunque a veces tiene intuiciones:

-Yo no me siento cisne… ¡Quizá sea un ganso!

Y cuando piensa eso, se pone a hacer gansadas, provocando la risa de todos los del estanque.

La princesa adolescente

Esto era una princesa que, en plena adolescencia, dijo a sus padres que quería ser príncipe.

-Pero, hija, eso no es posible -le dijo su padre.

-Pero, hija, eso ni siquiera es deseable -le dijo su madre.

-¿Por qué? -preguntó la princesa.

Su padre le contestó:

-Porque si fuera posible, yo me hubiera cambiado a reina. El de rey es un oficio terrible que nunca quise ejercer.

Su madre le respondió:

-Ya has oído a tu padre. Pudiendo ser chica, ¿quién diablos a querer ser otra cosa?

La princesa, muy contrariada, exclamó

-¡Vaya dos! ¡No hay quien os entienda!

Y colorín, colorado, se fue dando un portazo.