EL MAXI-CUENTO

Esto era una vez un Maxi-cuento. O sea, un cuento muy largo, muy largo. Un día, otro cuento vio que andaba algo melancólico y le pregunto:

-¿Qué te pasa, Maxi?

-Quisiera ser Minicuento

-¿Para qué?

-Para que me escriba Braulio Llamero y me ponga en su último libro.

-¿Qué libro?

-“BICHOS, BRUJAS Y PRINCESAS. Mis 150 mejores minicuentos”. Lo puedes comprar en Amazon y es baratísimo.

-¿Seguro que tu eres un cuento, Maxi?

-Claro.

-¡Pues tienes una pinta de anuncio publicitario…!

-¡Uy lo que me ha llamado!

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Pues sí. Acabo de publicar como ebook una selección de los mejores minicuentos que en todos estos años han ido pasando por este blog. Aunque también los hay nuevos, sin estrenar. ¿Quieres leerlo y reír 150 veces? ¡Cómpralo en Amazon y leélo en tu eReader, Tablet, iPad, iPhone, Smartphone, Computadora, Netbook o Pda!

Las libélulas de Santa Claus

La reina de las libélulas fue un día a ver a Santa Claus.

-En nombre de mi gente, vengo a protestar -le dijo.

-¿Por qué? -se extrañó Santa Claus.

-No es normal que si necesitas seres capaces de volar para transportar los regalos de Navidad, llames siempre a los renos.

Santa Claus se rascó la barba, perplejo.

-Es la tradición…

-Estas próximas Navidades queremos que sean libélulas las que tiren de tu trineo.

-¡Sois pequeñitas! ¡No tendréis fuerzas! -dijo San Nicolás, que es como se dice en español Santa Claus.

-Déjanos y verá.

Papá Noel, que es como llaman los franceses a Santa Claus, no quiso discutir y le dijo que bueno. Pero que antes quería  hacer una prueba para ver si de verdad podían las libélulas con el peso de su trineo lleno de regalos.

El día acordado, Santa Claus cargó su trineo hasta los topes. Llegó de inmediato la reina de las libélulas, seguida de todas las libélulas del mundo.

-¿A cuáles has encargado la tarea? -preguntó Santa Claus.

La reina de las libélulas sonrió:

-A todas, naturalmente. Incluyéndome a mi.

Y todas las libélulas del mundo, millones y millones de libélulas, se agarraron unas a otras, se ataron al trineo de Santa Claus y lo levantaron del suelo como si fuese un pluma.

-¡Vaya, no me lo puedo creer! -exclamó Santa, al verse volando.

-¡La unión hace la fuerza y no solo el tamaño de cada cual! -gritó la reina de las libélulas.

-¡Jo, jo, jo…!

Y aquel año, en efecto, los renos de San Nicolás o Papá Noel o Santa Claus pudieron irse de vacaciones en Navidad.

Terencio y el lobo

Esto era un lobo que tenía asustadísimo al rebaño del bueno de Terencio, el hijo de la señora Terenciana.

-¿Y cómo es que tiene tan asustadas a tus ovejas? ¿Cuántas ha comido ya? –Le preguntó un día la señora Terenciana a su hijo.

-No ha comido ninguna, madre. Solo es que espera al rebaño escondido tras cualquier matorral y cuando pasamos desprevenidos, da un gran salto gritando “¡¡¡Tras!!!”. Y todas se llevan un susto de muerte. Incluso yo.

A la señora Terenciana no se le han cerrado los ojos aún, de tanto como los abrió.

La princesa y el peine

Esto era una princesa muy, pero que muy caprichosa. Tenía a sus papás hasta la mismísima corona real con sus caprichos. Un día le dijeron:

-Tu problema es que no sabes ni lo que vale un peine.

-¿Y qué vale un peine? –preguntó ella.

-Depende de su calidad –respondió la reina.

La princesa rió:

-¡Ja! ¡Vosotros tampoco sabéis!

El rey suspiró:

-A ver, hija. Solo era una forma de hablar. Queremos decir que tu problema es que has nacido en un palacio y no tienes ni idea del valor de las cosas en general.

La princesa se quedó pensativa.

-¿Y cuál es el valor de las cosas en general?

-Pues depende de cada cosa –le respondió su mamá.

La princesa rió:

-¡Ja! ¡Vosotros tampoco sabéis!

Los reyes se miraron:

-A esta hay que casarla cuanto antes y que se la lleven de aquí.

-Será la mejor, sí.

Pero la princesa caprichosa se marchó tan feliz y gritando:

-¡Os gané, os gané! ¡Soy más lista que vosotros! ¡Os gané…!

La princesa sucia

Esto era una princesa bastante cochina. No se lavaba ni peinaba. Y olía que no veas. Su madre le decía:

-Pero hija, ¿no ves que así nadie querrá acercarse a ti nunca?

-Mañana sin falta me lavo –contestaba ella.

¡Pero como el mañana nunca llegó y siempre era hoy…!

Violeta y Girasol

Don Girasol le dijo un día a la bella Violeta:

-Hueles de maravilla y eres preciosa. ¿Quieres casarte conmigo?

La bella Violeta miró de arriba abajo a don Girasol, dio un suspiro y le respondió:

-Iba a decir que no pero te voy a decir que Sí, porque contigo seguro que me lo paso PIPA.

Y Violeta rompió a reír.

Fantasmas de discoteca

Esto eras una vez un fantasma marchoso que llamó a otro fantasma.

-¿Y si nos vamos a la discoteca?

-¿Quieres bailar?

-¡A tope, tronco!

-Vale. Pero tengamos cuidado, porque ahí dentro, a la menor, nos levantan la sábana y tenemos lío.

-¡Que la levanten, no verán nada!

-Pues por eso.

El fantasma enamorado

Esto era un fantasma que se enamoró del nuevo juego de sábanas de la dueña de su castillo.

No había quien lo arrancara de la cama en la que solían estar puestas. Y se volvía loco cuando, después de lavadas, las tendían al aire libre y él podía jugar con ellas.

-¡Os quiero, os quiero!

Un fantasma mayor le dijo un día, en pleno arrebato:

-A ver, chaval: ni siquiera un fantasma se puede enamorar en plural. Se dice “te quiero” y a una sola entidad.

El fantasma enamorado, protestó:

-¡Pero es un juego de sábanas y son dos, más el almohadón!

El fantasma mayor hizo un gesto de cansancio:

-Tu lo has dicho. Es UN juego de sábanas, así que habla con propiedad.

Y el fantasma enamorado se dijo a si mismo:

-¡Ni siquiera en la otra vida te dejan en paz los puristas del lenguaje!

El fantasma adolescente

Esto era una vez un fantasma adolescente. O viceversa (que es lo mismo dicho al revés): un adolescente fantasma.

Cada poco desaparecía y sus padres no lo encontraban. Y de pronto aparecía donde menos podía esperarse.

Un día su madre le preguntó:

-¿Se puede saber dónde te metes?

Y el adolescente fantasma o fantasma adolescente le respondió:

-A veces me abro y a veces me evaporo, ¿vale?

Y se volvió a esfumar, camino esta vez de su habitación.

El fantasma terrible

En un lugar de la magia, de cuyo nombre no quiero acordarme, nació una vez un fantasma terrible. Daba tanto miedo que ni los otros fantasmas querían verlo. El fantasma terrible fue a ver a un experto:

-¿Debo preocuparme o es bueno ser tan terrible?

-…

-¿Por qué no me contesta?

-…

-¿Por qué se ha quedado pálido e inmóvil?

-…

-¡Vaya experto en fantasmas! ¡Se ha muerto del susto nada más verme!

Fantasma de casino

Esto era el fantasma de un millonario que una noche quiso aterrorizar a los visitantes de un famoso Casino. Apareció de repente y gritó:

-¡Estoy en racha; os voy a arruinar a todos!

Los encargados del Casino se apresuraron a tranquilizar a sus clientes:

-No hagan caso, no son más que fantasmadas de quien ya solo es un espectro de sí mismo, porque lo perdió todo jugando.

Y el fantasma no, oye; pero los encargados sí que metieron miedo a los visitantes del famoso Casino.

Se fueron todos zumbando y tuvieron que transformar el Casino en una guardería donde jugaran solo los niños y al “pilla-pilla”.

La ciudad sin vampiros

La legendaria ciudad de Zamora, en España, celebra cada año una popular Feria del Ajo, en sus fiestas de San Pedro. Y cuentan que un año, en plena Feria del Ajo, llegó a la ciudad un vampiro. Su refinado olfato no tardó en enviarle señales de alarma:

-¿Maldita sea? ¿Por qué huele que espanta?

-Es San Pedro, señor. Todos los cultivadores de ajos de los alrededores traen este día su mercancía para venderla.

-¿Todos son muchos?

-Cientos.

-¿Y dónde venden los ajos?

-En plena calle.

Cada vez más pálido y nervioso, el vampiro preguntó de nuevo:

-¿En qué calle?

-En esta de al lado, señor. Tiene usted suerte. En cuatro pasos desde el hotel, podrá usted pasear por una avenida llena y requetellena de riquísimos ajos.

-¡¡¡Agggggjjjj…!!!

El vampiro se puso a morir y llamaron a una ambulancia, pero el vampiro balbuceó:

-No quiero salir del hotel hasta que desaparezcan los ajos.

Lo acomodaron en la mejor de las suites y el director del hotel, apenado, le dijo a su mejor empleado:

-Pobre, hombre. Está comatoso. Mira, para que se recupere, di en cocina que le preparen unas buenas sopas…. ¡de ajo! Y que se las hagan comer, quiera o no, por que eso resucita a un muerto.

Pero sucedió al revés y el vampiro palmó, tras verse obligado a comerlas.

Y se cuenta que por eso Zamora es la única ciudad el mundo a la que jamás atacarán los vampiros. No por los ajos y su famosa Feria,  sino porque los zamoranos, como se empeñen en que te comas algo, ¡ya les puedes decir que no!

Las Milbesos

Un día, en clase, el profesor de Botánica nos dijo a los niños:

-Hoy hablaremos de una flor maravillosa llamada Milbesos. Como su nombre indica, si uno halla una y se la acerca al rostro, recibe de inmediato mil besos suaves y perfumados.

-¡Oh! ¡Yo quiero una» -dijimos de inmediato los alumnos más mimosos.

El profesor prosiguió:

-El problema es que hay muy pocas y casi nadie tiene.

-¿Por qué?

-Porque solo se pueden cultivar en los jardines del corazón.

-Todos tenemos corazón -replicamos los niños.

-Pero pocos saben cultivar en ellos jardines.

-¿Nos enseñará usted?

-Solo si me guardáis el secreto.

Le dijimos que sí y aquel mismo día el profesor Botánica nos enseñó a cultivar las Milflores. Aunque creo que ya solo las cultivo yo, porque a los demás se le fue acabando el abono. Y mira que el profesor insistió:

-Sin el abono de caricias, sonrisas y afectos no  florecerán, recordadlo.

Lo cuento hoy, porque hoy cumplo años, un montón, y en cada cumpleaños lo vuelvo a recordar, para no despistarme.

La prima de riesgo (un cuento europeo)

Esto era un vez una prima de mucho riesgo. Se llamaba Elisa. Le decían:

-Oye, Elisa…

Y ella contestaba:

-Se cae la Torre de Pisa.

Y la torre, oye, se caía. Otras veces, le decían:

-¿Vas a ir de vacaciones?

-No, que se averían los aviones.

Y en las noticias anunciaban de inmediato la caída de un avión o dos. O también:

-¿Te gusta la fiesta que hemos organizado?

-¿Esa que que el viento se ha llevado?

Y un huracán, en efecto, había fastidiado todo. Hasta que el alguien un día le hizo la gran pregunta.

-Oye, Elisa, ¿tu no serás un poco gafe?

Y ella, riendo, respondió:

-Ni soy gafe, ni soy prima, ni me llamo Elisa. Mi nombre es Angela Merkel y soy solo una bromista irremediable.

-¡¡¡La madre que…!!! -exclamó aquel día Europa.