Esto era un pintor de brocha gorda que se encontró con un pintor de cuadros.
—Yo soy más pintor que tú -le dijo, sin complejos.
—¿Y eso?
—Tu solo pintas cuadros, yo pinto la vida.
—Tu das color a los objetos. Eso no es pintar.
—Yo pinto las casas, las calles, las vallas y farolas, las paredes. Sin mí no habría otros colores que los naturales -insistió el pintor de brocha gorda.
—Yo vuelvo a crear la realidad, la misma u otra, en mis cuadros. No compares. Tú eres artesano y yo un artista.
El pintor de brocha gorda se quedó pensativo.
—En eso sí levas razón. Porque lo mío, en efecto, es Arte Sano. Lo tuyo…
Y se marchó contento, con sus brochas gordas, mono blanco, caldero de pintura y escaleras, sin decir ni adiós.
Moraleja:
el arte es arte
sin que nadie lo defienda
ni en todo ni en parte.