Los dos pintores

Esto era un pintor de brocha gorda que se encontró con un pintor de cuadros.

—Yo soy más pintor que tú -le dijo, sin complejos.

—¿Y eso?

—Tu solo pintas cuadros, yo pinto la vida.

—Tu das color a los objetos. Eso no es pintar. 

—Yo pinto las casas, las calles, las vallas y farolas, las paredes. Sin mí no habría otros colores que los naturales -insistió el pintor de brocha gorda.

—Yo vuelvo a crear la realidad, la misma u otra, en mis cuadros. No compares. Tú eres artesano y yo un artista.

El pintor de brocha gorda se quedó pensativo.

—En eso sí levas razón. Porque lo mío, en efecto, es Arte Sano. Lo tuyo…

Y se marchó contento, con sus brochas gordas, mono blanco, caldero de pintura y escaleras, sin decir ni adiós.

Moraleja: 

el arte es arte 

sin que nadie lo defienda

ni en todo ni en parte.

El poeta calvo

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Esto era un poeta calvo que se compró una peluca. Cuando su mujer lo vio con tan inesperado pelo e incluso flequillo casi se desmaya.

-¡Ay, Pepe! Sacúdete la cabeza porque se te ha llenado de pelos.

Muy ofendido, el poeta le respondió con toda su inspiración:

-Hay que ser lelo

o dar pena

para ver solo pelo

donde hay melena.

El niño y la tele

Esto era un niño que soñaba con ser artista de la televisión. Y así se lo dijo al psicólogo, durante los test que todos los años hacían en su colegio. El psicólogo le preguntó:

-¿Quieres ser famoso?

-Sí.

-¿Quieres ganar mucho dinero?

-Si.

-¿Quieres ser feliz?

-Eso ya lo compro después.

Y el psicólogo escribió en su informe:

«Lo tiene claro, no hay nada que hacer».