Un cienpies fue un día a ver un cirujano.
-¿Me puede operar para ponerme cien manos?
-¿No le vale con dos?
-Con dos no doy abasto cuando me pican los pies.
Esto era una golondrina llamado Adelita que se encontró un día con un pájaro de cuenta llamado Simón.
—¿Y qué es un pájaro de cuenta? -Le preguntó.
Simón se limpió el pico con chulería.
—Pues un pájaro que sabe de sumas y restas, divisiones y multiplicaciones.
—¡Caramba, qué interesante!
—No creas una palabra. Un pájaro de cuenta es del último del que te puedes fiar -dijo otro pájaro que acababa de posarse en una rama cercana.
—¿Tú quién eres? -preguntó Adelita.
—Un pájaro de cuidado. Me llamó Guillermo.
El pájaro de cuenta llamado Simón, silbó muy molesto:
—¿Y un pájaro de cuidado es acaso mejor?
—Bueno -dijo el aludido, echándose de nuevo a volar-. Ambos somos unos pajarracos, la verdad.
La golondrina, con súbito dolor de cabeza, decidió cambiar de aires. Y por eso todos los años las golondrinas emigran. Para evitar a los pájaros de cuenta, a los de cuidado y a todos los pajarracos.
—Mal asunto -dijo el veterinario cuando nació.
—¿No tiene cura? -preguntó yegua Madre, preocupada.
—Habrá que amputar.
Con un potente coz, caballo Padre envió al veterinario al espacio exterior.
—Los hijos son como son -se limitó a comentar.
Y se fue con pequeño Pegaso y con yegua Madre a a las verdes praderas del exterior.
En 1 ocasión 2 corderos mordisqueaban 3 juncos junto a 4 piedras en el 5º pino. 6 ovejas aburridas se acercaron a formularles 7 preguntas en 8 segundos con 9 décimas. Mareados de tanto número, los corderos pidieron al lobo que los comiera, aunque no antes de la hora 11ª.
—¿Y esa cuál es?
— La anterior a la 12ª.
El lobo gritó:
—¡Sois unos numereros!
Y no volvió a acercarse nunca más al rebaño de Pitágoras, el pastor.
Había una vez un patito muy feo, con el que ni sus hermanos querían jugar.
Pero el patito feo se hizo mayor, ganó mucho dinero y con él se compró grandes mansiones, coches deslumbrantes, yates y cuanto se puede desear.
Sus hermanos se mataban por estar junto a él y aseguraban a todo el mundo que era, con diferencia, el más guapo de la familia.
En cierta ocasión un preso se escapó de la cárcel con su uniforme de rayas. No tenía dónde esconderse y se metió en un parque zoológico para pasar la noche. Un mono que lo vio, se puso a chillar:
-¡He visto un cebra que anda sobre dos patas!
El preso se escondió y los vigilantes del Zoo, alarmados por los gritos, se llevaron el mono al siquiatra.
Esto era un caracol enamorado de una babosa.
-Si vienes conmigo, compartiremos mi casa –le dijo.
-No soporto las casas, me dan claustrofobia- respondió la babosa.
El caracol salió de inmediato de su caparazón y le dio una patada.
-Me siento desnudo y avergonzado, pero si me prefieres así…
La babosa lo miró enternecida.
-Te vas a morir de frío. Anda, vuelve a tu casa. Y ya vamos hablando.
-¿Eso es un sí? -Preguntó entusiasmado el caracol, mientras se metía de nuevo en el caparazón.
-Es un comienzo.
Y sin más ni más, se pusieron a bailar los dos.
Esto era un avestruz con infinitos complejos. Odiaba beber, porque se veía reflejada en el agua.
-¡Oh, qué patas tan terribles, largas y feas!
-¡Oh, qué ojos tan saltones y mal colocados!
-¡Oh, qué cuello pelado de jirafa a medio hacer!
-¡Oh, qué boca de pato Donald cabreado!
-¡Oh, qué alas inútiles, cortas y mal colocadas!
Un día, sin embargo, cuando decía todo eso al mirarse en un gran estanque de aguas transparentes, una voz inesperada le respondió:
-El problema no es lo que ves de ti.
-¿Ah, no?
-El problema es lo que no ves. Tu cerebro, que no va bien. De lo contrario sabrías que eres uno de los animales más imponentes, bellos y orgullosos de la creación.
-¿Y tú cómo lo sabes?
-Porque yo soy el creador –replicó el señor que le había hablado, enrrollando y recogiendo el estanque como si fuera una alfombra y marchándose con él bajo el brazo.
-¡Caramba! –exclamó atónita el avestruz-. ¡No sé quién sería este bromista, pero me ha dejado sin beber!
Esto era una tortuga de 300 años, que fue un día al médico.
-¿Qué le duele, señora?
-La edad.
El médico se puso a escribir una receta y se la tendió.
-Tómese tres al día.
-¿Y de qué son las pastillas?
-De “relativina”, señora. 300 años son muchos para algunos seres, pero no para usted. Con las pastillas se dará cuenta de que todo es relativo y de que en realidad una tortuga de su especie a esa edad apenas está empezando la vida.
La tortuga se fue muy asombrada y murmurando:
-¡Ay que ver lo que saben los médicos de hoy en día!
Esto era una tortuga perezosa. Se llamaba Tranquilona. Un día se encontró con otra tortuga hiperactiva, que se llamaba Lanervios,
-Te echo una carrera -le dijo Lanervios a Tranquilona.
-Vale. Pero a la inversa.
Lanervios la miró perpleja.
-¿Qué es una carrera a la inversa?
-Gana quien más corre pero menos avanza.
Lanervios se puso de los nervios.
-¡Me tomas el pelo!
-¿Qué pelo? No tienes.
Lanervios no aguantó más:
-Empezamos la carrera a la de tres. ¡Uno, dos y tres!
Salió disparada. O sea, a cien milímetros a la hora, por lo menos. Tranquilona se dio la vuelta.
-¿Pero adónde vas? -le gritó Lanervios.
-Quién más corra pero menos avance… ¿Recuerdas? Si voy en dirección contraria, no avanzaré. Corra o no corra.
Lanervios se detuvo y resopló.
-¡No hay manera! ¡El que nace vago, nunca da clavo!
-¿Qué? -se oyó a Tranquilona.
-Nada. Que se me han quitado las ganas de competir.
Y se acabó.
Esto era un unicornio enamorado de un cíclope. Un día de primavera, en el campo, se lo soltó:
– Me vuelve loco tu ojo.
El cíclope, ruborizado, le respondió:
– Tu cuerno tampoco está mal.
Y una vaca que los oía desde la pradera de al lado, sonrió muy feliz.
– ¡Pues yo sí que debo ser atractiva, con el doble de todo!
Esto eran unos gusanos de la seda que se pasaba el día comiendo hojas de morera.
-Oye, ¿y cuál será el sentido de la vida? -preguntó en cierta ocasión el más inquieto de todos.
-Comer hojas de morera -aseguró el más glotón.
-Fabricar seda -respondió el más práctico.
-La metamorfosis -añadió el más pensativo.
Los demás dejaron de comer y miraron con asombro a este último. Hasta que el más viejo dijo:
-Hablamos de la realidad. ¡Déjate de fantasías!
Y siguieron comiendo hojas de morera.