Un día le llegó a Santa Claus una bonita carta que decía:
“Querido Santa: este año también me he portado muy bien y espero que me traigas de regalo una muñeca con trenzas”.
No le dio mayor importancia y la echó al cesto de las cartas aceptables. Pero el supervisor, que era el reno Rodolfo, porque al pobre le tocaba todo, se la devolvió:
-Esta carta no cumple las reglas, jefe.
-¿Por qué?
-No es de una niña.
-¿Ah, no? Aquí pone bien clara la firma: Adelaida.
-Sí, pero no pone la edad. Tiene 85 años.
-¡Ah, caramba! ¿Y eso?
Rodolfo dio un suspiro.
-La carta venía con otra de una nieta. Pedía comprensión, porque la abuela cree de verdad que ha vuelto a ser niña.
Santa Claus devolvió la carta al cesto de las que había que atender.
-A Adelaida le llevamos lo que ha pedido. Y a su nieta, también.
-La nieta no ha pedido nada.
-Pues escríbele y que pida. ¡Se lo ordeno yo!