Esto era una golondrina llamado Adelita que se encontró un día con un pájaro de cuenta llamado Simón.
—¿Y qué es un pájaro de cuenta? -Le preguntó.
Simón se limpió el pico con chulería.
—Pues un pájaro que sabe de sumas y restas, divisiones y multiplicaciones.
—¡Caramba, qué interesante!
—No creas una palabra. Un pájaro de cuenta es del último del que te puedes fiar -dijo otro pájaro que acababa de posarse en una rama cercana.
—¿Tú quién eres? -preguntó Adelita.
—Un pájaro de cuidado. Me llamó Guillermo.
El pájaro de cuenta llamado Simón, silbó muy molesto:
—¿Y un pájaro de cuidado es acaso mejor?
—Bueno -dijo el aludido, echándose de nuevo a volar-. Ambos somos unos pajarracos, la verdad.
La golondrina, con súbito dolor de cabeza, decidió cambiar de aires. Y por eso todos los años las golondrinas emigran. Para evitar a los pájaros de cuenta, a los de cuidado y a todos los pajarracos.