Vacas

Érase una vez una vaca próspera y bien alimentada, que vivía en un país de verdes praderas y pastos perpetuos. Pese a ello, la vaca no era feliz:

—Qué aburrimiento. No le veo sentido a esta vida de pastos eternos y de “dolce far niente”.

—¿Y de qué? —le preguntaban las colegas de manada, que nunca se acostumbraban a su forma de hablar.

—Que siento vacía mi vida, todo el día comiendo y sin nada mejor que hacer.

Érase al mismo tiempo una vaca flaca, que apenas comía, ya que había nacido en un país desértico y sin pastos. Desde que se despertaba hasta el anochecer, todo su afán era buscar alguna mala hierba que llevarse a la boca. Cuando lo conseguía, se sentía inmensamente feliz.

—¿Cuál será el colmo de la felicidad? —le preguntó otra vaca flaca un buen día.

—Vivir en un país de verdes praderas y pastos perpetuos, sin duda.

Eso piensan todas las vacas pobres del mundo. Ni se pueden imaginar lo mucho que sufren todas las vacas ricas del mundo.

Las vacas, claro, son animales irracionales. No como tu y como yo.

Vaca feliz

vaca felizEsto era un unicornio enamorado de un cíclope. Un día de primavera, en el campo, se lo soltó:

– Me vuelve loco tu ojo.

El cíclope, ruborizado, le respondió:

– Tu cuerno tampoco está mal.

Y una vaca que los oía desde la pradera de al lado, sonrió muy feliz.

– ¡Pues yo sí que debo ser atractiva, con el doble de todo!

La vaca bailarina

Esto era una vez una vaca que quería ser bailarina del Bolshoi.

-No puedo pagarte una carrera así –le dijo su granjero.

-¡Pues me cago en la leche que te doy!

Y lo hizo.

Y ya no hubo forma de aprovechar, ¡ejém!, la leche de aquella vaca.

Oye.

La vaca errante

Esto era una vaca que un día, al beber agua en el abrevadero, se vio gorda.
-Caramba, he de ponerme a dieta o acabaré panzuda.
Se puso a régimen con tal firmeza, que poco después la vio el granjero y dijo:
-¿Quién ha metido una cabra en el establo de las vacas?
-No soy una cabra, jefe.
-¡Madre de dios! ¡Y encima sabe hablar! ¡Sal de aquí, cabra endemoniada!
La expulsó a palos del establo y desde entonces, según la leyenda, vaga por el mundo una vaca errante y triste que no para de mugir:
-Quiero engordar para volver a ser feliz.

La vaca que llora

La famosa “vaca que ríe” no fue hija única. De eso nada. Una de sus hermanas, lo que son las cosas, fue la “vaca que llora”. La “vaca que ríe” era algo corta, la pobre, y por eso se reía con todo y por cualquier cosa. Pero su hermana era inteligentísima. Y no podía evitar asomarse por la ventana que daba al salón donde el granjero veía la tele. El granjero solo encendía la tele para ver las noticias. La vaca veía las noticias de cada día y lloraba a moco tendido.

Su hermana le decía a veces:

-Haz como yo y no te enteres de nada. Verás como ríes.

Pero tales palabras la deprimían aún más. Por eso cogieron a su hermana, y no a ella, para anunciar quesos. Tu verás.

La vaca Tolón

Esto era una vaca que daba mucha leche. Hasta que al vaquero le dio por ponerle un cencerro al cuello. La vaca dejó de dar leche.

-Pero, vaca, maja, ¿qué te pasa? -le preguntaba preocupado el vaquero.

Y ella movía la cabeza a un lado y otra, mientras se oía el cencerro:

-¡Tolón, tolón!

-Pero, vaca, bonita, ¿por qué no das leche?

Y ella movía la cabeza arriba y abajo, mientras se oía el cencerro:

-¡Tolón, tolón!

-Pero, vaca, ¿ya no me hablas?

Y la vaca, harta del todo, mugió:

-¿Qué quieres que te diga si desde que me pusiste esta cosa al cuello, solo se oye «tolón-toló? El ruido me corta la leche.

Y el vaquero sin querer hizo un chiste:

-¡Jo, qué corte!