La presentadora

Minicuentos del 8-M (y 7)

El director del concurso televisivo le dijo a la presentadora recién contratada:

-Mañana empezamos la grabación. Ven muy elegante, con un buen escote, falda corta y tacones de aguja.

-¿Y el presentador? ¿Como irá él?

-Los hombres, ya sabes; como quiera, informal y calzado deportivo. 

-De acuerdo, pues vendré como quiera, informal y con calzado deportivo.

-Creo que no me has entendido.

-Creo que te he entendido demasiado bien. Repíteme lo de antes y los tacones de aguja los llevarás tú, ya veremos si en los pies.

Al director del concurso le dio un soponcio del que tardó mucho en recuperarse. Así que nombraron en su lugar a una directora y todo empezó a ir bastante mejor.

No es no

Minicuentos del 8-M (6)

El hombre guiñó un ojo a la joven que había salido a tomar el sol sobre unos peñascos, junto al mar.

-¿Nos tomamos algo?

-Sin duda. Yo tomo el sol y tú más vale que tomes las Villadiego.

-No entiendo.

-¿No?

-No.

-Pues te traduzco: no es no. Y te lo amplío: lee mis labios, hasta nunca y adiós.

El empezó a rascarse ambas orejas, sin mirarla más.

-¡Uf! No se oye nada. Qué ruido, con tanto oleaje.

Y desapareció, mientras ella, sonriendo, seguía tomando el sol.

Moraleja: el ligón barato tiene sorderas de campeonato.

El machista

Minicuentos del 8-M (5)

Esto era un machista que se levantó un día con la inteligencia despierta. 

—¿No te da vergüenza? -le dijo ésta.

—¿El qué?

—Ser como eres.

El machista encontró el interruptor cerebral que buscaba y apagó la inteligencia.

—No. Ya no.

La lavandera y el río

Minicuentos del 8-M (4)

Una mujer fue un día a lavar al río los calzones del marido.

El río protestó:

-No me traigas guarradas y menos de culo ajeno.

La mujer casi se cae.

-¿Desde cuándo hablan los ríos?

-Desde que se hartaron de algunas cosas. ¿Lavan ellos vuestra ropa?

-¡Jesús, María y José! ¡Qué río tan rojo!

-Morado, querrás decir. Y no me llames río, porque soy agua.

La mujer arrojó a un lado la ropa sucia. Había perdido las ganas de lavar y quiso abrazarlo. Pero como no sabía, se metió en el agua y dejó que la abrazara él. O sea, ella.

-Por fin alguien con quien hablar -se le oyó susurrar también.

Gris y Sara

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Esto era un hombre gris, de traje gris, de pelo gris, de sonrisa gris y de pensamiento gris. Se llamaba Iván. Le iba de miedo, claro, porque en el mundo predomina el gris y lo gris está muy bien valorado. Su máxima ilusión era conocer una mujer gris con la que formar una familia gris.
Pero el destino es juguetón y conoció a Sara. 

Sara era una mujer arco iris, de vestidos amarillos, pelo rojo, sonrisa azul y pensamientos multicolores. Le iba fatal porque las gentes grises del mundo gris se ponen de los nervios con quienes viven en color. Aunque a Sara le daba igual porque su máxima ilusión era seguir siendo como era.
Pero el destino es juguetón y conoció a Iván.
-¿No estamos hechos el uno para el otro, verdad? -Preguntó él muy serio, en cuanto se conocieron.
-Para nada -dijo ella, soltando una risa infantil y contagiosa.
-¿Y qué podemos hacer?
-Fácil. Yo te coloreo a ti y tu no me cambias a mi.
El hombre gris la miró con sorpresa.
-Eso no es equitativo.
Ella rió.
-No. Pero es lo mejor. Créeme.
Y él, por primera vez en su vida, sonrió en azul.

La mujer trabajadora

El vago del marido le dijo un día a la esposa trabajadora:

-Deja de limpiar, mujer, y siéntate conmigo a ver el fútbol y disfrutar de la vida.

-Sí, cariño -dijo ella.

Y se sentó a su lado, ante la tele y el partido de fútbol.

Cuatro horas después, dijo el vago del marido.

-Tengo hambre.

Y ella le respondió:

-Yo, también. Vete a la cocina y haz algo, mientras yo disfruto de la vida y acabo de ver el partido de fútbol.

(La escena posterior ha sido censurada, por violenta)

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NOTA: Dedicado a todas las mujeres, en el Día de la Mujer Trabajadora.