-¡Mamá, mamá, he decidido ser pirata bucanera!
A la mamá de Lucía, 9 años recién cumplidos, casi le da un algo.
-¡Jesús, bendito! ¿Y eso? Los piratas son gente malísima.
-Yo seré una pirata buena, pero muy aventurera.
-¡Y encima “bucanera”! ¿Pero tú sabe lo que significa esa palabra?
-No. Pero, ¿a que suena chulo?
La mamá se puso muy, muy seria; se cruzó de brazos y le dijo:
-Mira, Lucía. Quítate esa idea de la cabeza. ¡Jamás serás pirata!
A Lucía se le borró la sonrisa de la cara y la miró muy compungida:
-¿Ni en la fiesta de disfraces de mi cole?
-Bueno, eso es otra cosa. Para eso sí, claro, faltaría más.
Ahora fue Lucía la que se cruzó de brazos y miró a su madre, retadora:
-¡Pero si no hablaba de otra cosa!
La cara de la mamá se puso roja y tuvo una tos muy repentina.
-Eeeeehhh… Bueno…. Pues perdona… No sé qué me pasó por la cabeza…
Y Lucía, moviendo la cabeza, dijo:
-A estas mamás tan sobreprotectoras es lo que les pasa, que de vez en cuando se les va la olla…
-¿Qué?
-… La pinza.
-¿Cómo?
-Nada, mamá, nada. Relájate. Ya pasó todo.
Y Lucía se fue, sin decir más, a su alcoba. Allí se puso el disfraz de pirata bucanero que ya tenía en el armario. Y antes de que la llamaran a comer, cruzó los siete mares un montón de veces, haciendo frente a todo tipo de enemigos y tormentas…