Esto era un avestruz con infinitos complejos. Odiaba beber, porque se veía reflejada en el agua.
-¡Oh, qué patas tan terribles, largas y feas!
-¡Oh, qué ojos tan saltones y mal colocados!
-¡Oh, qué cuello pelado de jirafa a medio hacer!
-¡Oh, qué boca de pato Donald cabreado!
-¡Oh, qué alas inútiles, cortas y mal colocadas!
Un día, sin embargo, cuando decía todo eso al mirarse en un gran estanque de aguas transparentes, una voz inesperada le respondió:
-El problema no es lo que ves de ti.
-¿Ah, no?
-El problema es lo que no ves. Tu cerebro, que no va bien. De lo contrario sabrías que eres uno de los animales más imponentes, bellos y orgullosos de la creación.
-¿Y tú cómo lo sabes?
-Porque yo soy el creador –replicó el señor que le había hablado, enrrollando y recogiendo el estanque como si fuera una alfombra y marchándose con él bajo el brazo.
-¡Caramba! –exclamó atónita el avestruz-. ¡No sé quién sería este bromista, pero me ha dejado sin beber!