Esto era un lobo que no comía carne. No la podía soportar. No le gustaba. Si veía un rebaño, las ovejas se asustaban, pero él también.
-¡Uf, qué asco! No me comería eso en la vida.
Lo que le gustaba a aquel lobo eran las verduras. Eso le chiflaba. Y en cuanto veía un huerto bien cultivado, se lanzaba en plancha sobre las lechugas.
Las lechugas gritaban:
-¡Socorro, socorro…!
Pero él ni siquiera las oía, porque los vegetales no hablan en la misma onda que los animales y por eso no pueden comunicarse.
-¡Qué ricas!
Se comía todas las que podía y dejaban los huertos hechos una pena. Cuando se iba, el hortelano enterraba llorando los restos de las lechugas muertas, rezaba por las ausentes y calmaba a las pocas supervivientes.
-Con un poco de suerte, no volveremos a verlo. Es el único lobo vegetariano que existe en el mundo.
-¡Que fatalidad! –Exclamaba una vieja lechuga-. ¡Que los dioses de las verduras lo castiguen por no conformarse con comer a sus semejantes!
-Amén.
Y el pobre lobo, ni comiendo verduras, logró tener buena fama.
me gusto muchisisimo este cuento
este cuento es muy malo.
Chistoso pero muy difícil para aprender