Una mujer alta, elegante y de ojos verdes se presentó un día en la floristería de Ramón.
-Media docena de rosas rojas, por favor.
-¿Para enviar?
-En efecto. ¿Cuánto es?
-Dígame la dirección de envío.
-Cóbreme antes, por favor.
Y cuando la mujer alta, elegante y de ojos verdes abonó el importe, añadió:
-Ahora, ponga usted su dirección; yo no la sé. Buenos días.
Y por donde vino se fue y a Ramón le dio un buen terelelé.
Me ha encantado 🙂